Walter Russell

Una fuente diferente
Introducción
El significado y el propósito de la vida humana en la tierra ….
Los dos universos en que vivimos y tenemos nuestro ser, son el universo visible de las percepciones sensoriales, del cual obtenemos nuestras informaciones sobre impresiones de sucesos y experiencias, y el universo mental del cual obtenemos nuestro “saber”. El “saber” también puede llegar a nosotros a través de nuestros sentidos al transformar las impresiones sensoriales en nuestra consciencia a través de la meditación, o puede venir a nosotros directamente a través de la inspiración.

Walter Russell (19.05.1891-19.05.1963)

Místico, pintor, escultor, arquitecto y autor estadounidense fue posiblemente uno de esos últimos genios universales del siglo pasado, que se extinguieron como los dinosaurios.

Le llamaron también el Leonardo da Vinci del siglo XX.

La introducción presente es un extracto de su obra “El mensaje de la ILIADA DIVINA”


Informaciones y conocimientos no son saber. Informaciones y conocimientos son solo registros eléctricos de “cómo” funcionan las cosas, pero de los cuales no conocemos el “por qué”. Hasta que no sepamos el “por qué” no tenemos “saber”. A lo largo de los siglos hasta el día de hoy, el hombre tenía poco “saber” pero muchas informaciones y conocimientos. El hombre ha reconocido cómo puede producir efectos maravillosos, pero no sabe la causa de estos efectos.
Debemos llegar a conocer la causa de lo que hemos reconocido como un efecto y con lo cual nos hemos quedado satisfecho. Conocer el efecto significa estar informado sobre la naturaleza física del universo visible y, sin embargo, nos falta el “saber”.
Antes de que el hombre comience a saber, él sigue siendo la persona en el cuerpo que no tiene ninguna conciencia del reino celestial en su interior. Antes de que el hombre no comience a abrirse interiormente para inspirarse mentalmente y obtener el “saber” directamente de la “fuente de todo saber”, sigue siendo un hombre de carne, atado a sus percepciones sensoriales y, su genio se atrofia a la inacción.
Parece que los avances aparentes en las ciencias naturales y los logros tecnológicos nos guían demasiado fácilmente para creer que somos altamente civilizados y que solo será cuestión de tiempo hasta que también gobernemos el resto del universo. Y, sin embargo, todavía estamos en la etapa bárbara de nuestro desarrollo, seguimos conquistando, seguimos matando y explotamos a nuestros semejantes para nuestro beneficio y en consecuencia creamos incertidumbre, miedo y odio.
Siempre y cuando no hayamos llegado a un punto en el que conozcamos la naturaleza de Dios lo suficiente como para conocer nuestra unidad con nuestros semejantes, de modo que sea impensable que se explotan mutuamente y mucho menos matar, herir, defraudar y robar o que la gente muera de hambre, seguimos siendo salvajes incivilizados.
Acabamos de llegar, si acaso, al punto en que deberíamos saber que si lastimamos a alguien más, nos haremos daño a nosotros mismos – que la ley de amor de Dios nos rompe en la misma medida en que nosotros la rompemos, o mejor dicho que el hombre inflige el mismo daño a si mismo que desea a otros – que el Sermón del Monte y la Regla de Oro no son simplemente buenos consejos, que fueron dados en abstracto y que podemos eludir, aceptar o rechazar según nuestros deseos, sino que forman la base de unas leyes divinas, universales, cósmicas inviolables.
Todavía no nos hemos dado cuenta lo suficiente de que debemos reorganizar de nuevo todas nuestras relaciones humanas para que estén en unísono con la ley divina, en la que el amor es la medida de todas las cosas o continuar hundiéndonos en espacios de tiempos regulares a través de la desintegración o disolución total.
En realidad, estamos en un punto donde nuestra raza humana actual está en peligro de ser destruida y desintegrada porque la legislación de Dios no corresponde a los deseos e ideales materiales, así como los impulsos y deseos terrenales de esta humanidad degenerada.
Dios no encajaba y no encaja en el pensamiento cliché, ni entonces ni mucho menos en los tiempos actuales.
El hombre nunca fue consciente de la naturaleza de Dios y a menudo se ha dicho que la mente humana nunca puede entender a Dios. Esta declaración se basa en el supuesto de que nunca podríamos entender a Dios porque nuestras percepciones sensoriales no pueden descubrir a Dios.
Así que los hombres crearon sus propias religiones, todas las cuales se basan en un culto visible de las ceremonias, y las personas, debido a su pesadez mental, también crearon sus propias leyes donde el poder viene antes del derecho y el orden. Y han aplicado estas leyes en la construcción de nuestros imperios al quitar a la fuerza …. y/o con astucia y malicia …. de nuestros semejantes todo lo que queríamos para nosotros mismos.
Tenemos que aprender que nuestro universo de movimiento eléctrico está divido en ciclos de ondas que están igualmente divididos en expresiones opuestas.
También nuestras acciones en todas nuestras relaciones interpersonales son ciclos de ondas(vibraciones), que tienen que equilibrar su acción de dar con las reacciones posteriores de devolver. Del mismo modo tenemos que aprender que la mitad que da de cada ciclo tiene que proceder a la devolución. Y de este modo, al cumplir esta ley se manifiestan …. la justicia …. el equilibrio …. y un balance en todos los niveles mentales y en todos los niveles terrenales y materiales.
Si aprendemos que la naturaleza nunca toma algo que no se da y que la ley divina de amor se basa en dar y devolver, habremos hecho un paso grande hacia nuestra menta mental.
Todavía no hemos aprendido que las frases “quien siembra violencia cosechará la tormenta” o “quien viva por la espada morirá por la espada” o “lo que no quieres que te hagan a ti, tu tampoco no lo hagas a nadie” y “dar y se te dará” no son simples expresiones idiomáticas, sino que se refieren a esta legislación divina:
…. El intercambio rítmicamente equilibrado de dar y recibir en aras de devolver ….
A través de esta ley Dios mantiene su creación equilibrada hasta el átomo más pequeño. También se puede describir esto como “la economía domestica de Dios”.